CELEBRAMOS LAS CRUCES DE MAYO EN EL COLEGIO
El mes de mayo, considerado desde siempre como el mes del esplendor de la vegetación y el mes amoroso por excelencia, ha sido desde tiempos remotos el escenario de un buen número de fiestas populares. Los orígenes de estas fiestas son discutidos. Desde los autores renacentistas, se pretende hacer derivar tales celebraciones de alguna festividad clásica grecolatina.
Polydoro Virgilio (Italia, S. XVI), las relaciona con las fiestas romanas en honor de Flora, diosa del eterno renacer de la vegetación en primavera (las Floralia, que duraban del 28 de abril al 3 de mayo), y con la procesión ateniense del Eiresioné en la época de la cosecha.
Otros estudiosos las vinculan con las fiestas romanas de Vulcano y de las divinidades Maia y Ops.
Según el poeta romano Ovidio (Siglo I a. de C.) , Attis era un hermoso joven que vivía en los bosques de Frigia. La diosa Cibeles lo eligió para sí, haciéndolo guardián de su templo con la condición de que se mantuviera siempre virginal. Pero, Attis cedió al amor de la ninfa Sagaritis y entonces Cibeles hizo que aquélla muriera, derribando el árbol del que dependía su vidaEl muchacho enloqueció y se castró, tras lo cual la diosa lo volvió a admitir en su templo. La fiesta rememoraba tal evento en el equinoccio de primavera. Comenzaba el 22 de marzo con la solemne procesión de un pino recién cortado (árbol en el que, según la leyenda, se había convertido Attis a su muerte), al que se adornaba con guirnaldas de violetas y bandas de lana. Los ritos proseguían hasta el día 27 y en ellos se incluían prácticas mistéricas.
En general, se considera que el sentido de estas fiestas es plenamente naturalista: saludo a la primavera, celebración del comienzo de un nuevo ciclo de la vegetación, agradecimiento a la naturaleza por sus futuras cosechas. Y, como consecuencia de ello, exaltación del amor y de los sentimientos humanos más espontáneos.
Como consecuencia del empeño de la jerarquía cristiana por eliminar antiguas prácticas paganas y supersticiosas, muchas veces escandalosas y casi siempre contrarias a su moral, en un momento dado de su desarrollo las fiestas naturalistas de mayo se habrían transformado y agrupado en torno a un nuevo motivo, la Cruz.
El mayo-árbol se convirtió en mayo-cruz, conservando casi intactos todos los demás elementos de la celebración. En un maravilloso ejemplo de asimilación y sincretismo de fiestas y símbolos, el árbol fue sustituido por una cruz (a la que con frecuencia en la liturgia cristiana se denomina precisamente «árbol»), quizás como una sabia decisión del pueblo para que estas celebraciones no desaparecieran totalmente o alentado por las autoridades eclesiásticas que, intentando eliminar viejas creencias supersticiosas, sustituyeron un símbolo pagano por otro religioso, aprovechando el descubrimiento de América y el empleo de la Cruz para la evangelización de aquellas tierras.
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